Una segunda oportunidad para el corazón

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Nuestra Gente – Una vida. Una historia. es un espacio para dar voz a quienes han recorrido el camino de la enfermedad cardíaca y han encontrado en nuestra comunidad apoyo, aprendizaje y una nueva forma de vivir. En esta ocasión, Manuel Samaniego Sorroche nos comparte su historia, un testimonio sincero y lleno de reflexión sobre cómo afrontó su enfermedad, el papel de la familia y el apoyo incondicional de profesionales y compañeros que le ayudaron a transformar el miedo en optimismo.

En nuestra revista, todo el que escribe se presenta, yo no voy a ser menos, pero quiero presentar más que a mí, a la personalidad que tenemos casi todos los que padecemos esta enfermedad.

Manuel Samaniego Sorroche, 21-6-1946 (gracias por felicitarme en mi cumpleaños), pues aparte de la familia más próxima y los grandes almacenes, es grato saber que unos compañeros te recuerdan que des gracias por estar vivo. Casado, tres hijos y tres nietos (estos últimos entran también en la rehabilitación). Mi profesión, administrativo, pero mi verdadera vocación, atender a todo el que llegaba a mi mostrador y ayudarle en lo que pudiera. Pero con un gran defecto: querer abarcarlo todo, responsabilidades las mías y las de los demás. ¿Por ayudar, por competir, perfeccionista? Todavía no lo sé, pero a que a la mayoría os suena ese perfil.

Si a esto añadimos factores hereditarios, tabaco y no hablar de mis problemas… todo esto me conduce a que un día, después de estar jugando a la pelota en el campo con mis hijos y sus amigos, me siento morir (un infarto). En urgencias dicen que “no”, que es un ataque de ansiedad (era un infarto). ¿Por qué no lo vieron? “Cosas que pasan”, me dicen después. Los síntomas eran claros.

Y ya que no tenía nada, sigo mi vida normal, el mismo ritmo de trabajo, fumando, pero como era muy joven, fue mi primera rehabilitación sin enterarme. Cuando un día, después de hacerme un electro porque tenía problemas de tensión, me dicen que tengo un 45% de corazón afectado, yo no me lo creía. Tampoco le hice caso al cardiólogo que me vio después, me sentía completamente normal y, con una pastilla, podía seguir el mismo ritmo de vida. Pero lo pagué caro al cabo de los años.

Una noche de domingo, después de estar relajado y tranquilo tomando una cerveza en Monachil, un caluroso día de agosto, llegando a mi casa empiezo a sentir una sensación extraña. Notaba que el corazón daba carreras y de pronto como si se parara. Antes de 15 minutos, tenía a los que han sido para mí más de una vez unos profesionales eficaces y a los que nuestro colectivo le debe mucho. Algún día tendremos que reunirnos y darles las gracias, el 061.

Yo en esta asociación de enfermos coronarios soy un caso particular. En la UVI me dicen que tengo una arritmia ventricular grave. ¿Puede conducir a una muerte súbita si se repite? Sí. Ya allí, una de esas personas que hay en los hospitales encantadoras, porque le gusta su profesión, me habla de la rehabilitación cardíaca (gracias Fina).

Mi caso se trata en la unidad de Hemodinámica del Virgen de las Nieves y allí descubro la gran sanidad que tenemos en este país. Al que le hayan hecho un cateterismo o un bypass conoce esta unidad y los grandes profesionales que la componen.

Después de un estudio del estado de mi corazón y mis arterias, me implantan un D.A.I. (desfibrilador), que me ha salvado la vida en un par de ocasiones. Cuando se produce una arritmia, la detecta y la para con descargas eléctricas (no confundir con marcapasos). Lo que cuesta este aparato me lo dice un ciudadano alemán, que se lo implantan el mismo día que a mí y su seguro le advierte del gran gasto que esto acarrea. A mí no me preguntan. Se supone que todo español tiene derecho a que le implanten este seguro de vida.

En cuanto me repongo, sigo los consejos de Fina y voy a esa rehabilitación cardíaca, entonces llevada por un grupo de voluntarios, capitaneados por una monja que tenía fama de mandar mucho y unos médicos que colaboraban desinteresadamente para que aquello funcionara.

Y me enseñan cómo hay que vivir con una enfermedad coronaria: cuidarse, lo que ayuda la familia y unos compañeros que acaban siendo amigos. Me cambian la manera de pensar, la manera de sentir y ver que la vida no es una competición, y a saber disfrutar del tiempo y de la vida. Y aunque al principio tuve unas recaídas graves, al día siguiente de salir de la UVI, entraba Sor a las ocho de la mañana por la puerta de la habitación diciendo que era hora de levantarse y empezar de nuevo.

Gracias a todos. Ahora cuando me preguntan digo que tengo mejor calidad de vida, pese a la enfermedad. Por haberme pasado, gracias a vosotros, del grupo de los enfermos asustadizos al grupo de los optimistas que se alegran cada día de vivir.

Granada. Agosto de 2006.

1 comentario en «Una segunda oportunidad para el corazón»

  1. Una excelente descrpción, de una patologia, que desconocia y que hoy afecta a mi hijo con 53 años y que por problemas de tiiroides, aún no ha podido iniciar el proceso de reabilitacion, ante un corazon infartado en grado superior al 50%. Me elegro Manuel de tu recuperacion y reenvio a mi hijo tu mensaje. Un abrazo muy grande.

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