El arte de amargase la vida: Las trampas de nuestra mente ( I )

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ASPACGRAP

Dra. Humbelina Robles Ortega

Profesora de la Facultad de Psicología, Universidad de Granada

Colabora con el Programa de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Clínico San Cecilio de Granada y con el Programa de Atención Psicológica a Enfermos y Familiares de la Asociación de Pacientes Cardiacos de Granada y Provincia.

Hoy quiero hablarte de algo sobre lo que todos los hombres y mujeres, por muy diferentes que seamos, estamos de acuerdo. Todos queremos ser felices. Todos tenemos en común que no nos gusta sufrir.  Ya lo decía hace muchos siglos Aristóteles, un famoso filósofo. Él decía que todos los hombres quieren ser felices. Actualmente, personas de gran influencia como el Dalai Lama, siguen diciendo lo mismo, que aunque existen diferencias entre los hombres, tenemos algo en común: todos queremos ser felices y no queremos sufrir. 

Estaremos de acuerdo en que una persona amargada, es una persona que no es feliz. Y la persona que es feliz, no está amargada. Pero ¿qué es eso de la felicidad? Existen distintas posturas sobre la existencia de la felicidad. Para algunos (los más optimistas), la felicidad existe, es posible alcanzarla, y consiste en un estado interior de serenidad, un estado de plenitud existencial donde se valora la vida como algo positivo y digno de ser vivido. Es feliz la persona que alcanza las metas que se ha propuesto, y es capaz de disfrutarlas; la persona feliz percibe los problemas y dificultades que se le presentan en su vida, no como frustraciones, sino como desafíos. Algunos dicen que la felicidad es una forma de “viajar por la vida”.  Que lo importante es el camino, la forma de transcurrir por la vida, y no únicamente la llegada a una meta.

Para otros (la postura más pesimista) en cambio, la felicidad no existe. Los hombres la buscan, se empeñan en alcanzarla, pero rara vez se encuentra. Y aunque no queramos renunciar a ella, por lo menos en la tierra, es imposible conseguirla. Otros creen que sólo podemos lograr en el mejor de los casos, momentos de felicidad, pero nunca la felicidad plena. En esta vida, con suerte, tendremos breves momentos de felicidad, nada más.

¿Qué nos hace felices?

No hay una respuesta unánime. Lo que a cada uno le hace feliz, es algo muy personal, muy subjetivo. Se cuenta que Charles Darwin, en sus memorias, escribe que un día preguntó a un pequeño de cuatro años qué significaba ser feliz y que el niño le respondió: “hablar, reírse y dar besos”.

Podríamos pensar que esta respuesta es muy ingenua, muy infantil, propia de un pequeño que apenas sabe lo que es la vida. Pero si reflexionas sobre esta respuesta, te darás cuentas que es bastante sensata, e incluso, inteligente. Porque en ella, se recogen aspectos como la comunicación entre las personas (hablar), las emociones positivas -como por ejemplo la alegría- (reírse), y el amor, el cariño, el apoyo social (dar besos, recibir besos). Realmente no es una respuesta ingenua.

El ser humano puede definirse como un animal que hace arte. Cultiva muchas disciplinas artísticas, tales la pintura, la escultura, la arquitectura, la música y la poesía, entre otras. Pero también practicamos un arte extremadamente curioso, paradójico y que podríamos llamar surrealista: el arte de amargarse la vida.  ¿Cómo es posible? ¿No hemos quedado en que el ser humano solo quiere ser feliz, y no sufrir? ¿Cómo es posible que se amargue la vida el mismo? Esta pregunta tiene difícil respuesta. A lo largo de la vida hemos aprendido a actuar, pensar y sentir de una determinada manera.  Y a veces, esa forma de pensar, sentir y actuar, nos perjudica.

¿Cómo nos amargamos la vida?

Es cierto que hay situaciones en la vida que son muy duras, experiencias traumáticas que nos hacen sufrir. Pero no me voy a referir a esas situaciones difíciles que a veces se presentan en la vida (por ejemplo, la muerte de un ser querido, estar en proceso de desahucio, …). No toda la gente que se amarga la vida es porque está viviendo situaciones traumáticas o al límite. Me voy a centrar en cómo determinadas formas de pensar, sentir y actuar, contribuyen a que nos amarguemos la vida. Son las trampas de nuestra mente. Conociendo cómo funciona nuestra mente, conociendo estas trampas que nos amargan la vida, tenemos la clave para no amargarnos: pensar, sentir y actuar de forma diferente. 

Trampa nº 1:   Concéntrate solamente en la parte de tu vida que no te gusta, en la parte de tu vida que no te satisface, que no te agrada. 

Si tu hijo trae a casa las notas, y de ellas, diez notas son buenas y una mala, no le digas nada sobre las buenas, céntrate solo en el suspenso y recrimínale y pregúntale por el motivo de esa mala calificación. Si tu hijo te pregunta ¿Por qué eres tan crítico conmigo y nunca reconoces las cosas que hago bien?  Tu respuesta será: Tú ya sabes cuando haces algo bien.  Mi obligación como padre (o como madre) es señalarte lo que haces mal.

Nuestro fallo, suele ser que creemos que las cosas buenas y los buenos comportamientos no hay que reconocerlos, no es necesario agradecerlos, solo tenemos que criticar lo que está mal. Pero fíjate, aquello en lo que nos concentramos, aumenta de tamaño. Concéntrate solo en lo que está mal en tuvida, y esa parte de tu vida, crecerá, estará presente constantemente. Es un hábito muy útil para ser totalmente infeliz (o hacer infeliz a los demás).

Trampa nº 2:   Compárate siempre con los demás. 

Una de las claves para llevar una vida amargada, es compararse con aquellas personas que consideramos mejores que nosotros. Esta comparación hará que nos sintamos fracasados, y nos mantendrá en un estado continuo de frustración. No estaremos contentos con lo que tenemos porque siempre hay alguien más rico que yo, más delgado, más guapo o más sano que yo. Siempre habrá alguien con un mejor coche que el mío, con un piso más lujoso, o más luminoso que el mío, con un apartamento en la playa que yo no tengo.

Al compararnos con alguien que consideramos mejor que nosotros, se producen dos efectos: Por una parte, nos obliga a esforzarnos para alcanzar las metas que otros ya han conseguido (un nuevo mercedes, una casa más grande, un móvil de última generación, un bolso de Louis Vuitton…). Y, por otra parte, nos impide disfrutar de lo que ya tenemos. Esto es un ácido muy corrosivo que nos va a impedir disfrutar de la vida. La felicidad se evapora cuando comparamos lo que tenemos con lo que queremos o pensamos que nos merecemos. Estamos convencidos de que merecemos mucho más. Y como no lo tenemos, nos sentimos defraudados, amargados.

También puede ser que comparemos a nuestros hijos con los hijos de los demás. Mi vecino tiene un hijo más estudioso que el mío, saca mejores notas que el mío, es más responsable que el mío, más cariñoso que le mío, … ¡Ojalá mi hijo fuera con el hijo del vecino!! La hija de mi amiga, es mejor deportista que la mía, juega mejor al baloncesto que la mía, tiene más éxito que la mía, es más inteligente que la mía, …. El hecho de estar continuamente comparando a nuestros hijos con los de los demás, nos puede generar un estado permanente de frustración. Y no solo va a contribuir a amargarnos la vida, sino que también se la amargaremos a nuestros hijos, a nuestra familia.

Otra fórmula segura para amargarle la vida a nuestros hijos, si tenemos dos hijos o más, es la de compararlos entre ellos. Además, de contribuir al malestar emocional, podemos garantizar una baja autoestima en alguno de nuestros hijos, y un clima familiar muy hostil.

Trampa nº 3: Tú siempre tienes la razón. Son los demás los que están equivocados. 

Si algo tienes que tener muy claro para amargarte la vida, es el convencimiento de que tú siempre llevas la razón, nunca te equivocas.  Son los demás los que están equivocados.  Además, los demás deberían reconocer que tú llevas la razón y no ellos. Pero no son capaces de reconocerlo. Eso te enciende. Te molesta.  Estás convencido de que sólo hay una opinión correcta: La tuya propia.

Este tipo de actitud indica que no tenemos en cuenta que puede haber otras formas de ver la vida, otros puntos de vista distintos a los nuestros, ni mejores ni peores, solo distintos. No comprender esto va a dar lugar a problemas en la convivencia. Problemas en el hogar (con nuestra mujer, o nuestro marido, con nuestros hijos…) y fuera del hogar (con los amigos, con los compañeros de trabajo, compañeros de estudios, de juegos, con los miembros de la asociación a la que perteneces, …). Es difícil convivir con alguien que está convencido de que siempre lleva la razón.

Veamos un pequeño cuento que muestra este problema. Se trata de una conversación entre un mono y un árbol. Cuentan que un mono y un árbol, discutían:

El mono dijo al árbol: “¿Me estás diciendo que permaneces en el mismo sitio durante toda la vida y no te mueves para nada?  ¡No lo entiendo!!”.

Y el árbol le respondió al mono: “¿Me estás diciendo que vas de un lado para otro todo el día utilizando tu energía para desplazarte?  ¡No lo entiendo!!!”.

Este tipo de conversación podría ser perfectamente la que podemos tenercon otra persona, con nuestra pareja, o nuestro hijo o hija. Generalmente, no solemos entender lo que nos dicen los demás porque somos incapaces de ponernos en su lugar. Y no nos ponemos en su lugar, porque creemos que no es necesario, ya que somos nosotros los que llevamos la razón.  En este caso, ¿quién crees que lleva la razón, el mono o el árbol? ¿No te parece que cada uno tiene su razón? Pero ambos demuestran su incapacidad para ponerse en el lugar del otro.

Dice un antiguo Proverbio Sioux: “Antes de juzgar a una persona, camina tres lunas con sus mocasines”.

Trampa nº 4:   Desea muchas cosas. Nunca te sientas satisfecho con lo que tienes. 

Supongo que habrás oído decir que la felicidad consiste en reducir nuestros deseos al mínimo, tener pocas necesidades (o inclusoque no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita). Ciertamente hay gran sabiduría en estas palabras. Una forma segura de amargarse la vida, es entrar en la dinámica de no estar nunca contento con lo que se tiene, sino que siempre se desea más, cuanto más, mejor (más cosas, más oportunidades, más inteligencia, más éxito, más dinero en el banco, más, más, más, …).

Además, vivimos en una sociedad donde se nos incita constante al consumo (nos crean necesidades que realmente no son importantes). Y la publicidad nos promete la felicidad eterna si compramos X productos. Todos hemos vistos anuncios en los que aparecen personas muy felices, guapas y exitosas por tener determinados productos (los que nos quieren vender). Imágenes que simbolizan un estilo de vida de persona rica, exitosa, guapa y feliz. Lo que no dicen estos anuncios, es que la “felicidad no está incluida” en el producto que pretenden vendernos. Por eso, una vez conseguido algo, seguimos necesitando más cosas. Porque lo que hemos comprado (sobre todo lo material), no nos va a proporcionar la felicidad.

Hemos creado una sociedad, en la que lo material es casi lo único importante. ¿Qué legado vamos a dejar a nuestros hijos? ¿Qué mensajes les estamos transmitiendo? La persona que no quiere amargarse la vida, sabe -cómo decía El Principito (de Saint-Exupéry)- que “Lo esencial, es invisible a los ojos”. 

Trampa nº 5: La felicidaddepende de las circunstancias que nos toca vivir. Acepta que no puedes hacer nada para ser feliz.

Si crees que no puedes hacer nada para ser feliz, y que todo depende de las circunstancias que te ha tocado vivir, tienes muchas papeletas para ser infeliz y amargarte la vida.  La persona que cree firmemente en esto, está convencida de que en realidad, no tiene elección. Es posible que creas que tus circunstancias son muy negativas, y que por eso eres infeliz y sufres mucho. Es más, es posible que pienses que cualquiera que haya tenido que pasar por lo que estás pasando tú, con toda seguridad, será igualmente infeliz y desgraciado. Cualquiera que tenga que soportar a un jefe como el tuyo, a unos compañeros de trabajo como los que tienes, la inseguridad de perder el empleo, el tener en casa una persona mayor muy dependiente, cualquier que tenga tu misma enfermedad, seguro que será tan infeliz como puedas serlo tú.  Porque son las duras circunstancias que te ha tocado vivir, las responsables de tu amargura. Si alguien tuviera que sufrir a unos vecinos como los tuyos, desconsiderados y ruidosos, sin dudas se sentiría igualmente mal.

Cualquiera que haya tenido unos padres como los tuyos ¿cómo podría ser feliz? ¡Imposible!! Cualquiera que tenga unos hijos rebeldes, egoístas e insoportables como los tuyos, seguro que sería igualmente infeliz.

Tendemos a pensar que ser infeliz no es culpa de uno mismo. Todo se debe a las circunstancias. Esta es una trampa mental que nos asegura la infelicidad, la amargura.

Reflexiona sobre lo siguiente:

Los pobres piensan que serán felices cuando sean ricos.
Y los ricos piensan que serán felices cuando se hayan librado de sus úlceras.

Para obtener una información que se corresponda con su patología personal, debe consultar a su Psicólogo/a.

1 comentario en «El arte de amargase la vida: Las trampas de nuestra mente ( I )»

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