
Dra. Humbelina Robles Ortega
Profesora de la Facultad de Psicología, Universidad de GranadaColabora con el Programa de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Clínico San Cecilio de Granada y con el Programa de Atención Psicológica a Enfermos y Familiares de la Asociación de Pacientes Cardiacos de Granada y Provincia.
Mi querido amigo, mi querida amiga
Como os decía en la primera parte de este pequeño artículo, el ser humano es un ser curioso: Una de sus mayores aspiraciones en la vida es la de ser feliz y, sin embargo, él mismo es capaz de crear su propia infelicidad. Con su forma de pensar, sentir o actuar, puede llegar a amargarse la vida. Nuestra mente no siempre piensa de forma adecuada, sino que suele caer en errores o trampas que contribuyen en gran medida a amargarnos la vida.
Sigamos repasando las trampas de nuestra mente. Es importante que las conozcamos para poder poner remedio y no amargarnos la vida. Pensar de forma diferente, intentar ver las cosas de otra manera, es un recurso fundamental que podemos utilizar si no queremos amargarnos la vida.
Trampa nº 6: Tómatelo todo como algo personal. Siéntete ofendido porque la gente hace las cosas para molestarte.
Una forma segura de amargarse la vida es creer que cada vez que alguien de tu alrededor hace algo, su principal motivo es el efecto que esa acción va a tener sobre ti. Así, si alguien llega tarde a una cita, el motivo es que quiere molestarte, ya que sabe lo mal que te sienta esperar. No hay otra razón para su tardanza. Si tu pareja (tu marido o tu mujer) propone pasar la Navidad en el pueblo y a ti no te gusta ir al pueblo, la única razón por la que ha propuesto ir al pueblo es para molestarte. ¿Qué otro motivo puede haber para querer pasar la Navidad en el pueblo? ¿A caso no sabe que a ti no te gusta?
Si tienes hijos adolescentes que quieren raparse el pelo, o quieren ponerse un piercing, o les gusta vestir con unos pantalones rotos, la única razón por la que se comportan así es para cabrearte. Es más, todo el mundo sabe que la única razón que tienen los adolescentes para hacer cualquier cosa es la de molestar a sus padres. ¿No te parece?
Una forma segura de conseguir amargarte la vida es interpretar el comportamiento de los demás de esta forma negativa, buscando motivos ocultos y dañinos en su comportamiento. Ya se sabe que la gente es muy mala, solo quiere hacer daño.

Trampa nº 7: No perdones a nadie las cosas malas que te hayan hecho.
El perdón hace que las heridas dejen de sangrar y se curen. Pero la persona que quiere amargarse la vida no puede permitir que las heridas se cierren, sino que intenta mantenerlas abiertas y sangrantes. Es una forma segura de seguir sufriendo. Así pues, si quieres amargarte la vida, no perdones los agravios que te hayan hecho. No perdones a tus padres, no perdones a tus hijos. No perdones al amigo, no perdones al compañero, no perdones al desconocido.
Decía el abogado norteamericano Clarence Darrow, con un toque de humor: “La primera mitad de nuestra vida la arruinan nuestros padres, y la segunda mitad, nuestros hijos”.
Y es que el arte de amargarse la vida no permite olvidar. El olvido cura muchas heridas de la vida. Distanciarse de un pasado penoso facilita el restablecimiento de la paz interior, y anima a pasar página y abrirse de nuevo al mundo. Si quieres amargarte la vida, no permitas que suceda esto. No olvides, no perdones.
Trampa nº 8: Y, sobre todo, nunca te perdones a ti mismo.
No cabe duda de que uno puede ser su mejor amigo o su peor enemigo. Para amargarte la vida, está claro, sé tú peor enemigo. No te quieras, no te aceptes, y ¡nunca te perdones! Para lograr la infelicidad, es esencial criticarse a uno mismo, y criticarse constantemente. Y si alguien te quiere y te admira, ¡no debe estar en sus cabales!
No tengas compasión contigo mismo. La compasión es el mayor enemigo que hay que vencer para lograr la infelicidad. Se trata de machacarse psicológicamente. Sé implacable. Recuerda que tú eres el único responsable de lo que te ocurre, y jamás creas que existan situaciones que escapan de tu control. Este tipo de creencia va a dar lugar a muchos sentimientos de culpa. Tu objetivo ha de ser sentirte culpable. Y estos sentimientos de culpa, contribuirán fácilmente a amargarte la vida.
Trampa nº 9: Idealiza el pasado.
Podemos convertir el pasado en una fuente de amargura. ¿Cómo? Idealizándolo: Ver el pasado con un filtro que solo deje pasar lo bueno y bello. Ver la juventud como una edad de oro perdida para siempre, lo que convierte esta visión del pasado en una fuente permanente de aflicción. Aferrarse al pasado no deja tiempo para dedicarse al presente.
La persona que se amarga la vida pasa gran parte de tu tiempo comparando lo maravilloso que era antes, lo buena, lo fantástica que era su vida antes, lo sana que estaba, lo joven, lo bien que le iban las cosas, lo bien que se vivía antes… y lo mal que está ahora, en el presente; se lamenta continuamente de todo lo que ha perdido. En ningún momento repara en las cosas buenas que puede tener el presente. Es una forma segura de amargarse la vida.
Otra forma en la que el pasado puede ser una fuente de amargura, se produce cuando nos empeñamos en culpabilizar al pasado (lo que hicimos o no hicimos en el pasado) de todo lo malo que nos ocurre en el presente. Continuamente responsabilizamos al pasado de nuestro triste presente; esto puede generar bastante amargura.
Para no amargarse la vida, es necesario utilizar dosis de comprensión con el pasado: Piensa que, bajo aquellas circunstancias, lo hiciste lo mejor que pudiste. No es bueno juzgar el pasado con la ventaja que tiene el presente al saber los resultados de las decisiones que se tomaron en el pasado.

Trampa nº 10: No vivas el presente. Intenta vivir siempre en el pasado o en el futuro.
El presente, puede generar muchas emociones positivas. Puede proporcionarnos muchas experiencias placenteras: tocar un instrumento, cuidar el jardín, preparar una comida exquisita, hacer punto, pintar, escuchar música, escribir poesía, pasear por el campo, tomarse un café con un amigo, jugar con nuestro perro, contemplar una bella puesta de sol…
¿Cómo se hace para no vivir el presente? Piensa continuamente en lo peor que te puede pasar. No bajes la guardia. Tortúrate pensando en todo lo malo que te puede ocurrir dentro de unos años. Piensa continuamente en todo lo malo que le puede ocurrir a los que quieres (por ejemplo, a tus hijos). Es una forma de prepararse para la desgracia. Conviene que las adversidades no nos pillen desprevenidos. No olvides que el mundo está muy mal y la vida está muy mal, muy mal. Pensar así, nos asegura una forma rápida y segura de amargarse la vida.
Trampa nº 11: Ten la firme convicción de que en la vida no debería haber ningún tipo de dolor ni de sufrimiento.
No cabe duda de que el dolor y el sufrimiento están presentes en nuestras vidas. Muchos sufrimientos son inevitables, pero otros tienen su causa en nosotros mismos. La negativa de aceptar el sufrimiento como algo natural, puede conducirnos a considerarnos víctimas y a experimentar este sufrimiento como algo terriblemente injusto, lo que se convierte en una receta segura para llevar una vida desdichada. Lo cierto es que la clave de la infelicidad no está tanto en la existencia del dolor, sino en cómo lo manejamos.
Otra forma de aumentar nuestro sufrimiento y perpetuar nuestro dolor, se produce cuando repasamos mentalmente una y otra vez nuestras heridas, al tiempo que exageramos lo terrible que es: “Esto es insoportable; esto no hay quien lo aguante”. Volvemos una y otra vez sobre los recuerdos dolorosos, quizás con el deseo inconsciente de que cambie la situación; pero no cambia. Claro que este interminable repaso de nuestra desgracia puede servir para exagerar el drama o para despertar la atención y compasión de los demás.
Trampa nº 12: Obstinarnos en no cambiar. Dar muestras de rigidez.
Una manera segura de conseguir la infelicidad es aferrarse a una forma de actuar o de resolver problemas que una vez fue eficaz (pero que ahora, no lo es), como si fuera la única opción posible. Pero las circunstancias cambian. Y a veces, una forma de actuar deja de ser útil o adecuada. Y una forma de solucionar problemas que en otro tiempo ha demostrado ser buena, al cambiar las circunstancias, deja de ser la mejor posible, volviéndose ineficaz.
En estas situaciones, solemos caer en la trampa de creer que todavía no se ha hecho lo suficiente. Y seguimos repitiendo el mismo comportamiento que estamos viendo que no funciona. Se aplica más cantidad de la misma solución y se consigue más cantidad de la misma miseria. Nos empeñamos en que no hay nada más que una solución posible y la repetimos hasta la saciedad, pero no conseguimos nada. Nos engañamos diciendo que no nos hemos esforzado bastante. Esta forma de actuar demuestra rigidez. Y la rigidez no suele ser buena para casi nada.
Es justo todo lo contrario de la flexibilidad. El ser humano es capaz de aprender de la experiencia. Y cambia en función de las circunstancias. Demuestra, por tanto, su flexibilidad. La rigidez en el comportamiento es una fórmula que nos va a garantizar la infelicidad.
Como decía Confucio: “Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad.”
Trampa nº 13: Ten expectativas excesivamente altas.
¿Qué son las expectativas? Lo que esperamos de la vida, los que esperamos de los demás, de nosotros mismos. Cuando una persona tiene expectativas modestas, resultará fácil estar satisfecho. El problema es cuando espero demasiado. “Yo soy muy exigente conmigo y con los demás”. Una persona con expectativas muy altas tiene muchas posibilidades de sentirse decepcionada. La realidad casi nunca puede estar a la altura.
Existen personas cuyo lema es: “Quiero lo mejor” (la mejor casa, los mejores hijos, el mejor trabajo…). En estos casos, es difícil sentirse satisfecho y contento. Porque posiblemente, por muy buena casa que tenga, siempre puede haber otra mejor. Por muy buenos hijos que tenga, siempre puede haber otros mejores. Lo que han conseguido no es suficientemente bueno. Es fácil sentirse frustrado, decepcionado, infeliz, amargado.
En cambio, otras personas tienen el lema: “Quiero algo bueno”. Para ellos, lo importante es conseguir algo que encaje dentro de sus necesidades. Y cuando lo encuentran, disfrutan de lo conseguido porque lo valoran como bueno.

Trampa nº 14: Piensa que la vida es algo muy serio. No seas payaso. No bromees. No te rías.
Para amargarte la vida, evita reírte. La vida no es asunto de risa. De hecho, no tenemos razones para reírnos. Todos sabemos lo mal que está la vida. Estamos rodeados de desgracias, de problemas, de crisis, de gente que sufre.
Y si a pesar de ser consciente que no te debes de reír empiezas a reírte, acuérdate, por ejemplo, tu situación personal en la actualidad. ¿La encuentras graciosa? ¿A caso tienes motivos para reírte? Por otra parte, reírse sin ninguna razón, es un acto irresponsable y frívolo. Puede ser un signo de pérdida de control, de poca capacidad intelectual e incluso, de locura. Si tu finalidad es la de amargarte la vida, no debe haber espacio para risa.
Sin embargo, desde el ámbito de la Psicología, actualmente se conoce el importante papel que juega en nuestra vida el sentido del humor. Cuenta un mito apache que:
El creador hizo al hombre capaz de hablar, de correr, de ver, y de oír, pero no se sintió satisfecho hasta darle una cualidad más: La RISA.
Y así el hombre rio y rio, y entonces el Creador dijo: “Ahora está preparado para la vida.”
Y tú ¿estás preparado para la vida?
Concluyendo y a modo de reflexión:
Posponemos nuestra felicidad, indefinidamente. Nos convencemos cada día de que “Algún día seré feliz”. Primero dejamos la felicidad para cuando acabemos los estudios, … luego, cuando tengamos nuestro primer empleo, … cuando nos hayamos casado, … cuando consigamos un ascenso, … cuando tengamos un hijo, … Luego otro. Los niños son muy pequeños, y estamos agobiados y agotados. Esperamos a que crezcan y salgan de esta etapa. Pero después, nos sentimiento frustrados con nuestros adolescentes. Bueno, cuando salgan de esta etapa, entonces seré feliz, … Luego, cuando hayamos pagado nuestras deudas, … cuando tengamos un coche mejor, … cuando nos podamos ir de vacaciones a lugares más bonitos, … cuando nos recuperemos de nuestra enfermedad, … El trabajo no nos deja ser feliz, así que posponemos nuestra felicidad para cuando nos jubilemos, … luego, cuando me operen y me pongan la prótesis en la cadera, ….
¡¡La lista de trampas mentales continúa!! Y mientras tanto, la vida prosigue su avance. Pero lo cierto es que no existe mejor momento para ser feliz que el AQUÍ y AHORA. Si no, ¿cuándo vas a serlo?
Quiero despedirme de ti, querida amiga, querido amigo, con un pequeño cuento sobre el tema que nos ocupa:
Cuenta una leyenda irlandesa que hace mucho tiempo un duende travieso escondió un caldero lleno de oro al final del arco iris. Y mucha gente emprendió el camino, largo y difícil, siguiendo el arco iris, para llegar hasta el caldero y conseguir el oro. Creían que así conseguirían la FELICIDAD.
Y yo te planteo, ¿lograremos la felicidad consiguiendo el caldero de oro? No lo creo. La felicidad no se encuentra en el inalcanzable caldero de oro al final del arco iris, sino en la contemplación de su mágica belleza.
Para obtener una información que se corresponda con su patología personal, debe consultar a su Psicólogo/a.